domingo, 11 de enero de 2015

Medio otoño y un invierno con Dulcinea 20- Una despedida y una discusión

Medio otoño y un invierno con Dulcinea
20 –Una despedida y una discusión
Nos cuesta despedirnos, Marutxi y Vicente no paran de hablar y Tito me dice lo bien que se lo ha pasado en nuestra compañía y las ganas que tiene de repetir la experiencia. Por fin cierro la puerta del apartamento, después de decirles adiós con la mano y empujar a Marutxi hacia dentro por mucho que se empeñe en empujarme con el andador. Me ha dejado las piernas y los tobillos machacados.
Me apoyo en la puerta de mi apartamento y miro hacia el interior justo en el momento en el que Marutxi se agacha un poco y mea sobre las baldosas, remangándose la falda de tablas. Lo mira y ríe como una niña pequeña.
-¡Abuela! ¿Qué haces?
-No puedo más hija, mira, mira como corre.
Mis dos mascotas se acercan a oler, la gatita toca el pipí con las patas mientras la perrita patina sobre el dejando un reguero en todo el pasillo que llega hasta el salón. Las meto en la cocina y cierro la puerta y voy a toda velocidad hacia la habitación en la que está mi abuela a punto de tirarse sobre la cama.
-¡No!, has sido una chica mala y ahora mismo nos vamos a la ducha.
-No quiero ir a la ducha, tengo sueño.
-Te has meado en casa y eso no te lo perdono, abuela, estabas a dos metros del aseo.
-Soy una pobre vieja enferma…
-sí, para lo que quieres; si vuelves a hacer esto no vas a ver más a Vicente. Se lo voy a contar –le digo mientras la empujo del brazo hasta el baño y le doy una ducha sin contemplaciones, hasta que veo que está llorando y haciendo pucheros como una niña pequeña.
-Se me ha escapado…
-Lo siento, abuelita, me pone muy nerviosa que hagas estas cosas. Anda, toma la toalla y siéntate en el taburete, que tengo que secarte bien los pies.
Cuando consigo vestirla y acostarla me encuentro tan cansada que no puedo ni pensar en sacar a la perrita de paseo a pesar de que es el mejor momento, ya que, Marutxi, ronca en mi habitación.
 Lavo y seco las patitas de mis mascotas y friego el pasillo y el salón, luego me tumbo en el sofá y repaso todos los mensajes de Santi, no tengo ganas de discutir con mi amigovio y si le llamo vamos a terminar haciéndolo porque no me gustan nada los mensajes que me está mandando.. Pongo el teléfono en silencio, enciendo la tele y me duermo en el sofá con la perrita y la gatita sobre la manta que me cubre. Ya ha anochecido. Mi último pensamiento antes de caer en un sueño profundo es que no sé si aguantaré mucho cuidando a mi abuela sin que me dé un ataque de nervios.


P.D. Dedicado a todos los que se han visto al borde de un ataque de nervios por culpa de la actuación de un familiar. Gracias por leerme. Todos los derechos reservados. Un saludo literario. Amaya Puente de Muñozguren.


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