sábado, 6 de diciembre de 2014

Medio otoño y un invierno con Dulcinea 13 -Una silla de ruedas con motor

Medio otoño y un invierno con Dulcinea
 13- Una silla de ruedas con motor
Me siento engañada. No hay duda de que Marutxi estaba al corriente de la cita, pensándolo bien no es tan difícil de imaginar cómo se sucedieron los hechos: no le llevo a comer fuera, se enfada, no come lo que le preparo en casa, voy al supermercado, se despierta, se encuentra sola y con teléfono y se dedica a llamar a todo el mundo; todo el mundo es todo el mundo, hasta al desconocido que le dio una tarjeta en el avión y un beso en la mano en mitad de la autopista, delante de la catedral, mientras esperábamos a que el semáforo cambiara de color. No entiendo como el taxista que le llevaba le permitió hacer una cosa así. La cosa es que le ha llamado, le ha invitado a cenar y a mí no me ha dicho nada.
Ahí están los dos, en la terraza, disfrutando de las buenas vistas a pesar del viento que se ha levantado. Parecen dos adolescentes.
Monto de nuevo la mesa pero esta vez pongo el mantel de las fiestas y las tres copas buenas que tengo, no he terminado de colocarlo cuando suena el timbre de la calle y unos toques en la puerta, únicos y familiares. ¿Mi madre? Sí. Ya estamos todos. Las dos mujeres se miran como leonas a punto de pelear por una presa mientras que Vicente sonríe de oreja a oreja, como si le acabara de tocar el premio gordo de la lotería. Le presento a mi madre y  , después de darle un beso en la mano, le mira fijamente a los ojos y le dice lo preciosa que es y lo afortunado que se siente con su compañía, mientras tanto mi abuela le tira de la chaqueta para hacerle salir a la terraza y enseñarle el crucero que está saliendo del puerto, iluminado como una ciudad flotante.
En un momento pongo a mi madre al corriente de todo lo que ha hecho la suya en el tiempo que lleva en mi apartamento.
-Lo del pipí hay que controlarlo, aparte de por la guarrería que supone, también hay que evitar que se enfríe y que se irrite. Son cosas que suelen pasar a las personas mayores, y no tan mayores. Hay paquetes y compresas absorbentes que van muy bien pero tenemos que convencerla de que se las ponga y eso no será fácil.
-Con la abuela nada es fácil –digo en el momento en que entran, muertos de frío y de risa.
-Vicente, por favor, ¿me podría ayudar a traer la silla de ruedas para mi madre? Está en el coche.
-Nada me hace más feliz que ayudar a una bella dama.
Se van hacia el  coche, seguidos por Marutxi y su andador. Ellos no se han dado cuenta, y yo tampoco, ya que estoy preparando platos con el embutido y los patés que ha traído mi madre. Ya no tengo más copas, tendré que beber en un vaso. Salgo a la terraza y corto unas flores rojas de geranio y unas ramas de flores de santa teresa, que se acaban de abrir esta semana; las pongo  en el centro de la mesa, en un florero de cristal que tiene en el fondo media docena de canicas del hijo del vecino. La mesa está preciosa, hago una foto con el móvil  y veo un mensaje –que no he oído entrar- de Santi. Viene a cenar dentro de diez minutos y trae “caprichitos” para comer. Vuelvo a rectificar la mesa y pelo a la carrera unas patatas para hacer otra tortilla, mientras se fríen las patatas añado más ensalada a la ensaladera.
En la calle se oyen risas y voces, me acerco a la puerta y veo como los tres están probando la silla de ruedas con motor de Marutxi, ríen  cuando descubren para que sirve un botón nuevo. En un momento Marutxi ha dado velocidad al vehículo y sale disparada calle abajo mientras Vicente corre a su lado y mi madre grita que pare. No hace caso a nadie y se aleja riendo a carcajadas, cuando ve que Vicente no corre a su lado reduce la velocidad y da la vuelta hasta llegar a la altura de su amigo que está intentando recuperar la respiración. Nuestra calle es solo de una dirección y ellos vienen en contra en el momento en el que un coche se acerca. Es Santi. Ya estamos todos.




 P.D. Dedicado a todos los que han sido sorprendidos. Un saludo y gracias por leerme. Todos los derechos reservados. Amaya Puente de Muñozguren.

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