sábado, 29 de noviembre de 2014

Medio otoño y un invierno con Dulcinea 7-Volver a casa

Medio otoño y un invierno con Dulcinea
7- Volver a casa
Parece que no he conducido en la vida, el coche de mi madre da saltos, se me cala, no tiene fuerza en las cuestas y parece que teme entrar en las curvas, eso sí, tiene los cristales limpios y el depósito lleno, pero la señal de falta de aceite está encendida desde que he puesto la llave en el contacto. Marutxi mira por la ventanilla, está triste por la discusión que ha tenido con su hija –mi madre-. Insiste en que es capaz de subir y bajar cada día cuatro pisos con el andador. No me atrevo a recordarle lo que pasó ayer en las escaleras de su casa, si no llega a ser por los vecinos que la ayudaron a subir, aún estaríamos intentándolo. En vez de enfadarla más, saco la conversación del detalle que ha tenido, Vicente, al bajar del taxi para besarle la mano, ella se la mira como si pudiese ver el beso estampado en ella y sonríe, a partir de este momento le vuelven la sonrisa y las ganas de hablar, aunque dice que no le apetece salir con viejos. Tengo que mirar hacia el otro lado para que no me vea sonreír.
Por suerte hay sitio para aparcar en mi calle, justo delante de la puerta de entrada al bloque de apartamentos. Oigo ladrar a mi perrita y veo que la gata está sobre el muro de la casa del vecino que las ha cuidado todas estas semanas. Lo primero que hago es acompañar a Marutxi a su nueva residencia, cruzamos el jardín comunitario, la piscina está vacía y ya no hay hamacas y sombrillas; el portero las ha debido guardar, tengo que hablar con él para que  deje fuera una silla y una mesa para que mi abuela se pueda sentar al sol. Entramos en casa, huele bien y me reciben mis niñas con ladridos y maullidos; dejo a las tres en el sofá mientras vuelvo al coche para recoger el equipaje. Tengo que hacer dos viajes. Dejo las maletas de mi abuela dentro de mi dormitorio, que es en donde se va a quedar y saco unas cuantas prendas del armario para dejarlas en el armario del pasillo y poderme vestir si ella duerme. Le enseño el apartamento -poco hay que enseñar-, una habitación, un salón comedor, una cocina, un baño completo y una terraza que da al mar. Mi abuela no deja de repetir: ¡qué bonito, hija, que bonito!
Por fin estamos en casa, mis animalitos están bien, se alegran al verme, juegan y saltan por el apartamento. Tienen agua y comida en los comederos y se las ve bien de salud, el hijo del vecino las ha cuidado bien, tengo que ir a verle para darle las gracias y pagarle lo acordado.
Nos tomamos un café en la terraza, acompañadas por los mimos de la gata y la perra que están contentas de vernos, al cabo de un rato se suben al sofá y se duermen mientras mi abuela no se cansa de ver el mar y de alabar la buena temperatura que tenemos y las vistas espectaculares de las que podemos disfrutar. Le hablo de la playa, que se entrevé detrás de los pinos y le cuento anécdotas del verano pasado, se asombra al saber que la casa de verano del rey está tan cerca y quiere ir a ver “mi playa” en cuanto descanse un poco. Nos quedamos absortas mirando el mar y acariciando a mis “niñas”. Cuando regreso de dejar las tazas del café en el fregadero veo que, Marutxi, se ha quedado dormida en la silla con la perrita sobre su regazo; les pongo una manta y voy a deshacer las maletas y a hacer hueco en el armario para colocarle la ropa. Es un buen momento para revisar mi vestuario y tirar unas cuantas prendas que hace más de dos años que no me pongo, ese es el tiempo que llevo intentando quitarme estos cuatro kilos de más que no hay forma de perder. La gata me vigila desde la cama mientras el resto de la casa se mantiene en calma, es la primera vez que estoy en silencio, de día y con mi abuela cerca. La experiencia de estar junto a mi abuela en el hospital ha sido dura, pero no sé por qué, me temo que ahora empieza lo peor. Espero poder superarlo.


P.D. Dedicado a todas esas personas que la vida hace valientes y capaces de todo, a fuerza de necesidad. Muchas gracias por leerme. Obra con todos los derechos reservados. Si os ha gustado, compartirlo con la familia y amigos. Gracias. Amaya Puente de Muñozguren.    


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