domingo, 30 de noviembre de 2014

Medio otoño y un invierno con Dulcinea 8- La primera noche

Medio otoño y un invierno con Dulcinea
8- La primera noche.
Ha anochecido de golpe, casi una hora antes de lo que estamos acostumbradas en la tierra de mis antepasados. No he conseguido convencer a, Marutxi, para que se quede sola en casa para ir a hacer la compra, menos mal que mi madre –que no se fía mucho de cómo cuida el vecino a mis mascotas- me ha dejado unas cuantas cosas en la nevera, lo justo para poder hacer un café con leche, una tortilla o hacer un sanwich de jamón de york y queso.
Mi abuela ha visto la tele, ha cambiado los canales y me ha vuelto loca, con el volumen altísimo toda la tarde. No deja que me aleje ni dos metros y eso que el apartamento es tan pequeño que se ve de golpe. Tiene miedo a pesar de que mis dos mascotas se han puesto a su lado para cuidarla y dejarse acariciar por sus manos temblorosas. Yo intento leer y, de vez en cuando mando, y recibo, algún mensaje de mi amigovio, que está deseando verme -y tocarme-, como yo; aunque no sé cómo lo vamos a hacer si mi abuela sigue controlándome de esta manera, espero que mi madre me pueda echar una mano pronto porque si no voy a quedarme sin pareja con derecho a roce de un momento a otro. A ver cómo se lo explico.
Marutxi no se quiere duchar ni bañar, llevo media hora intentando convencerla de que va a dormir mejor si lo hace, pero me contesta, una y otra vez, que no está sucia y que no son horas de ducharse ni de darse un baño. Le preparo una tortilla de jamón york y una taza de leche y me suelta, a bocajarro, que ella solo cena un tazón de leche con pan. No tengo pan pero si un paquete de galletas sin abrir. Toma la leche con galletas, protestando y diciendo que no se la trata como ella se merece, desprecia la tortilla con un gesto de desdén que me duele pero a mis mascotas les encanta cuando se la doy, partida en trocitos en dos platos iguales; ¿qué hago, le recuerdo que no me ha dejado salir a hacer la compra?, ¿o paso de sus comentarios y no se los tengo en cuenta? Vamos a tener la fiesta en paz, ya queda poco para que se acueste y pueda ver a Santi, que hace media hora que espera en el coche aparcado junto a mi portal. Cuando comento que tengo que sacar a dar un paseo a la perrita, mi abuela coge el andador y la chaqueta y se dirige hacia la puerta. No sirve de nada que le diga que me espere en casa viendo las noticias de la tele ni que le prometa que voy a volver enseguida. Viene conmigo, protestando, pero viene, seguida por la perrita y por la gata, que nos espera en el muro de la casa del vecino. Santi sale del coche y me da un beso de esos que me dejan sin respiración, (y a mi abuela también). Se lo presento y le dice, muy seca: “Buenas noches joven, ¿no es muy tarde para estar por la calle?”. Santi le dice, educadamente, que no hay hora mala para ver a la chica que quiere y a la que no ha visto desde hace meses. Luego se instala el silencio entre los tres mientras esperamos que a la perrita le dé la gana de dejar de olisquear las plantas y hacer sus necesidades. Nunca ha tenido tantos espectadores pendientes de sus necesidades fisiológicas.
Santi me abraza, me mira, me estruja contra su cuerpo y me deja claro, muy claro, que quiere algo más, pero ¿cómo? Disimuladamente le mando un mensaje explicándole que mi abuela no se quiere quedar sola ni un segundo. Él me contesta, de la misma forma, que esperará hasta que la abuela se duerma, en el coche y luego tendremos nuestra fiesta de reencuentro. Yo no lo veo tan fácil. Empiezo a estar de muy mal humor, si esto va a seguir así vamos a tener que poner unas cuantas normas de convivencia. Marutxi nos mira y dice que no entiende por qué nos suenan tanto los móviles todo el día.
-Es que tenemos muchos amigos, abuela –le contesta Santi.
-Pues vete con ellos, joven, que mi nieta me tiene que cuidar hasta que me ponga bien.
-Yo también necesito que su nieta me cuide, señora –le contesta mi amigovio, dejándonos a las dos asombradas y casi con la boca abierta.
Volvemos los tres hacia el apartamento y, antes de entrar, Marutxi se le planta delante y le da las buenas noches. Santi me da un beso y va hacia su coche. A los pocos segundos recibo un mensaje en el móvil que dice que esperará en el coche hasta que se duerma la abuela.
Insisto para que se duche y consigo la misma respuesta que antes. No y no. Marutxi bosteza y aprovecho para decirle que es hora de acostarse, dice que sí, pero que me tengo que acostar con ella, si no, no. Tiene mucho miedo.
-Muy bien, abuela, si quieres que veamos la tele voy a llamar a Santi para que venga a ver la tele con nosotras y así charlo un poco con él.
-Mira, hija, estoy pensando que lo de darme un baño no es tan mala idea, ¿me vas a ayudar?
P.D. Dedicado a todos los que en algún momento han puesto a prueba su paciencia de una forma exagerada. Muchas gracias por leerme. Todos los derechos reservados. Si os ha gustado, compartirlo con la familia y amigos. Un saludo literario. Amaya Puente de Muñozguren.

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