lunes, 11 de agosto de 2014

La playa de Dulcinea 50 –Líneas de tinta antigua

La playa de Dulcinea
50 –Líneas de tinta antigua

Hace días que viene una mujer misteriosa a la playa, está ligeramente bronceada, lleva sombrero, gafas oscuras, cesta de mimbre y pareo de colores, su rostro es una incógnita. Se sienta, en el chiringuito, en  la mesa de la esquina; pone una toalla fina de color vivo sobre la silla, se quita el pareo y deja que el sol le dé en los lugares en los que no cubre el bañador; no se quita ni  el gorro ni las gafas. Suele pedir pan tostado con aceite y rodajas de tomate, otras, solo pide un café con ensaimada. Viene tan pronto como yo y, a veces, ha llegado antes y ha esperado a que abra Lisa su establecimiento, sentada en las escaleras que dan a las rocas. Es elegante y discreta, habla con voz clara pero sin elevar el tono. Tiene un suave acento de algún país de América del Sur. Una vez le oí decirle a Lisa que en su país ahora es invierno y no hace tiempo para ir a tomar el sol a la playa. Solo sé eso de ella y que le gusta hacer sudokus y crucigramas y, lo que más me llama la atención, que escribe, siempre está escribiendo en un cuaderno grande, lo hace con pluma, tiene una bonita letra que se tumba hacia la derecha y no se tuerce en las líneas. Al salir del agua he visto su cuaderno, sujeto con una piedra para que el viento no pase las páginas mientras ella nada. Me atraen esas líneas azules que no llego a poder leer. Nadie escribía aquí con pluma pero ella lo hace cada día durante horas, interrumpiéndose con pequeños baños y duchas para volver a recuperar la actividad febril de escribir y contar cosas. Habla poco pero lo cuenta todo en sus líneas azules que brotan de su cabeza en este lugar frente a este mar que parece un lago. Cuando la playa se llena de gente y los gritos hacen imposible oír el mar, ella se levanta lentamente, paga su consumición y se va dejando que flote tras ella el pareo de colores.
Cuando he pasado a su lado esta mañana, me he fijado en sus manos, son finas pero fuertes, tiene las venas que se le notan sobresaliendo, azuladas, de la piel, uñas cuidadas y pintadas de un color entre rosa y naranja y luce unos anillos que brillan con el sol, no son exagerados, pero se nota que son buenos. Su mano sujeta la pluma con delicadeza, parece una prolongación de su propio cuerpo que escribe con el mismo ritmo que lleva los latidos de su corazón. A veces se queda mirando a lo lejos y sonríe con una sonrisa enigmática, como si hubiese encontrado la línea perdida que le hace falta para seguir llenando y llenando líneas de color azul en su cuaderno, otras veces mira fijamente al cielo, parece que su mente se queda colgada de una nube hasta que vuelve a enlazar las líneas azules de su escritura con otra hornada más que se apresura a escribir.
 Hemos coincidido en la escalera del chiringuito al irnos, ella le decía a Lisa “me llamo Nora”, Nora y un apellido que me ha sonado como piedra semipreciosa pero que no he podido retener. Bonito nombre para una escritora.  

Dedicado a todos mis amigos lectores, gracias por estar ahí y hacer comentarios, espero que no os moleste los guiños que os mando en mis escritos, Van con todo mi cariño y agradecimiento, sin vuestro apoyo estas líneas estarían metidas en un cajón. Gracias por leerme, si os gusta, compartirlo con la familia y amigos. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren.Todos los derechos reservados.



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