viernes, 1 de agosto de 2014

La playa de Dulcinea 39 –No puedo dormir

La playa de Dulcinea
39 –No puedo dormir
Son más de las doce. Hace calor y no puedo dormir, mi perrita me sigue por toda la casa; está nerviosa. La playa me llama, he visto una docena de estrellas fugaces desde la terraza y eso que la noche aún es joven. Deben quedar muchas más colgadas del cielo negro, a punto de caer. La perrita me mira con sus ojos grandes mientras su cuerpecito pequeño es unaprolongación del rabito que no deja de mover. No me queda más remedio que salir de casa, la perrita ladra sin parar hasta que le pongo la correa y salimos a la calle que huele a dama de noche, jazmín y algas. Es un imán que me obliga a volver a la playa una y otra vez. Hace mucho calor, un calor pegajoso que deja la piel húmeda y los pasos cansados. La perrita y yo llegamos a la playa en la que los moteros están jugando al juego de las prendas en el chiringuito de Lisa que espera, bostezando y agotada, que decidan irse de una puta vez a su casa. Hay dos moteros en calzoncillos y dos moteras en tanga y sujetador. La perrita corre por la playa nocturna mientras uno de los moteros y Too-lo, el camarero nuevo, cantan a dúo una habanera triste, sentados en el embarcadero. Las estrellas fugaces hacen que cambien la letra de la canción por un ¡oh! , mientras se miran uno a otro y piden un deseo. Un par de parejas se sumergen desnudos en el mar y, juraría, que dos de ellos están haciendo el amor dentro del agua, escondidos en las sombras pero sin darse cuenta de que la luz de la luna les pasa por encima.
Es muy tarde, Lisa cierra el chiringuito, cobra a los moteros y les deja un par de botellas de agua y media botella de agua de Llubí con dos docenas de vasos de plástico, como regalo de la casa, luego pide al más sereno, que cierre los candados con las sillas y las mesas cuando se vayan. El motero, rehogado en alcohol, parece entenderle y le jura, por las bujías de su moto, que no se le olvidará hacerlo antes de irse. La perrita ha hecho amistad con el motero y el camarero gay que cantan habaneras en el embarcadero de la playa, se ha sentado junto a ellos y deja que le acaricien mientras recibe el aire que forma el abanico de lunares de Too-lo. Cada vez son más los moteros que entran en el mar con gritos y risas, poco a poco se van separando unos de otros, quedando las parejas a solas mecidas por el mar y por el cuerpo curioso y deseoso de su pareja que busca cavidades conocidas en la noche que sigue siendo de estrellas fugaces y deseos.
A los cantores del embarcadero se le han sumado unos cuantos más que les hacen el coro mientras se pasan, a morro, la botella de agua de Llubí que ya tienen más que mermada. La noche en la playa sigue regalando estrellas fugaces mientras que Paul intenta dormir en su cueva sobre la colchoneta rosa de plástico; sin conseguirlo. Medio país acaba de empezar sus vacaciones.

Dedicado a todos los que sueñan con las vacaciones. Gracias por leerme. Todos los derechos reservados. Si os gusta, compartirlo con los amigos. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren.

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